22 marzo 2020. Domingo IV de Cuaresma (Ciclo A) – Puntos de oración


LA CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO.
La Liturgia tiene muy bien escogidas las lecturas de los domingos de cuaresma. Durante este tiempo, los catecúmenos, asistían a las exposiciones de las lecturas y así iban conociendo la fe de la Iglesia a través de las enseñanzas del Evangelio. Son textos seleccionados que manifiestan la divinidad de Jesucristo. Por ejemplo, el evangelio de la Samaritana, el domingo anterior, la sed que manifiesta Jesús a la Samaritana, es de dar esa agua Viva que salta a la vida eterna y que comienza con el bautismo, que recibirán en la Vigilia Pascual. En este domingo, a pesar de la resistencia obsesiva de judíos y fariseos, no pueden dejar de reconocer que el ciego de nacimiento ha empezado a ver y esto no lo puede hacer alguien que tenga poder y venga de Dios enviado. Pero es más al final es el mismo Jesús quien se lo pregunta: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” a lo que contesta” ¿Quién es, Señor, para que crea en él?” Y Jesús le dice: “Lo estás viendo (con esos ojos nuevos con que ahora ve): el que te está hablando, ese es”. Él dijo: “Creo Señor” y se postró ante él. Jesús sigue su enseñanza: “Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos”. Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: “¿También nosotros estamos ciegos?” Jesús les contestó: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece”.
Tenemos una prueba de que Jesús es el enviado para salvarnos, quiere abrirnos a la luz de su verdad, es la luz del mundo, la luz que cura al ciego de nacimiento.
Ante una evidencia, podemos seguir como los fariseos, o bien que la gracia de la fe solicitada por cada uno como catecúmeno en este día nos mueva a postrarnos y decirle: “Señor, creo; aumenta mi fe que jamás me separe de Ti, Luz de mi alma, de mi mente, de mi corazón”.
Acudamos a la Virgen, “Madre que crea, que siempre me guíes y ampares, a tu lado Madre, siempre”.
En este Camino de la Cuaresma, conduces al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los haces renacer por el bautismo, transformándolas en tus hijos de la luz.
“El Señor untó mis ojos:  fui, me lavé, vi y creí en Dios” (Cf. Jn 9,11.38) Esto es lo que deseo para ti en la oración de este día, que el Señor unte con el barro del suelo y su saliva tus ojos, te laves, veas y creas en Dios. Todos los días tenemos que restregarnos los ojos y salir de la oración viendo a Jesús y su mirada de amor clavada en la nuestra, del corazón salga: “Creo, Señor”.

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