Hoy los puntos nos los va a dar
Abelardo, que está ya muy cerquita del Señor y de la Virgen. Es una fiesta
entrañable para meditar la escena de la Anunciación
“AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE
EN MÍ SEGÚN TU PALABRA” (Lc 1, 38)
“Hágase – Estar”. En esas dos palabras
ha quedado rubricada la santidad de la Reina de todos los santos. ¿Queremos ser
santos? Es una pregunta que parece extraña en el mundo de hoy. Y sin embargo,
para esto fuimos creados. Pues bien, ser santos es conformar nuestras vidas con
la voluntad divina. Ser santos es, más que hacer la voluntad de Dios,
convertirse en voluntad de Dios. Ésta es la excelsa santidad de la Virgen,
quien nos admira al verla siempre actuando por designio divino.
Un “hágase” del Padre hizo la creación
del mundo. El “hágase” de María nos trajo la Encarnación del Hijo de Dios. Este
“hágase” de la Virgen fue una nota sostenida, constante, siempre colgada de su
saber estar. Un “hágase” delicioso unas veces, terrible otras. Pero siempre
apoyado en aquel firme “estar” con que la vemos junto a la Cruz: “Estaba en pie
junto a la Cruz de Jesús, su madre” (Jn 19, 25). Quien clave los ojos en María,
encontrará en Ella el modelo a imitar. Ella nos precede en la marcha peregrina
hacia la Patria. Sigámosla y entretejamos nuestra santidad entre el «estar» y
el «hágase».
Cuando Abraham fue llamado por Dios para
la prueba, respondió: Aquí “estoy”, Señor. Y se dispuso a sacrificar a Isaac en
un “hágase” desgarrador. Aquí “estoy”, Padre, para hacer tu voluntad, dice el
Verbo a su entrada en el mundo (Hb 10, 9). Y corona en Getsemaní: «Si quieres,
aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,
42).
Abraham, María, Jesús. Subamos por estos
peldaños hasta el Padre. Dejemos que su voluntad “se haga” en nosotros sabiendo
“estar” anclados en el ahora del momento presente. En nuestras deficiencias y
en las ajenas, no perder la paz: “Hágase-Estar”. En los estados físicos,
cansancios, enfermedades: «Hágase-estar». En los estados de ánimo y en los
cambios de lugar: «Hágase-Estar». Ante la profesión, el estudio, las personas
que nos mandan o nos rodean, en situaciones agradables o desagradables:
«Estar-Hágase». En los éxitos y en los fracasos, cuando fallan las previsiones
y Dios sale por donde menos pensamos: «Hágase-Estar». En las cosas que más nos
cuestan o más se temen: «Estar-Hágase». En todo, en todos, siempre:
«Estar-Hágase». Se precisa una larga paciencia y mucha oración contemplando a
la Virgen. En lo pequeño y en lo grande, Ella es la encarnación perfecta del
«Estar-Hágase».
A la Virgen nos encomendamos en estos
difíciles momentos de enfermedad y confinamiento. Y pedimos al Señor para que
nos libre del mal.