Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras
intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al
servicio y alabanza de Su divina majestad.
Este domingo V de Cuaresma la liturgia es
especialmente riquísima en su mensaje. Ya desde la primera lectura donde el
profeta nos dice: “Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir
de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel” y
luego “Os infundiré mi espíritu, y viviréis” tenemos materia
de meditación y son palabras que nos anticipan de algún modo al Evangelio.
Entre todas las posibilidades que hay para meditar el texto de San Juan, a mí
por lo menos me ayuda mucho meterme en la escena como si presente me
hallase y ponerme en el lugar Lázaro, a quien Jesús hizo salir del sepulcro
infundiéndole vida. Fuera de los apóstoles, no se ve en los Evangelios que
Jesús haya mantenido una relación de amistad tan estrecha como con
Lázaro. Jesús lloró por la muerte de su amigo, aun sabiendo que lo
iba a resucitar, se conmovió por el dolor de sus hermanas y por sus amigos más
cercanos. Jesús lloraría así por ti, por mí? Que no lo dudemos. Sintámonos
amigos de Jesús, pues lo somos, y él sabe de nuestra condición: “Señor,
el que amas está enfermo”. Al igual que Lázaro también hemos muerto por el
pecado y nos encontramos en las tinieblas del sepulcro. Incluso podría usar la
imaginación y los sentidos para hacerme una idea de cómo sería aquel lugar. De
repente Jesús irrumpe en mi existencia, retira la piedra que me mantenía
encerrado en mí mismo y me infunde su Espíritu de vida: “Lázaro, sal
fuera”. Recordemos ese momento de conversión en nuestra vida y renovemos
nuestro amor y fidelidad al Maestro.
Para Abelardo ese momento de conversión se produce al
escuchar las palabras que Jesús dice a Marta: “Yo soy la resurrección y
la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y
cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Que vivamos esta
última semana de Cuaresma, con redoblado deseo de entrega a Dios manifestado en
pequeños actos de caridad para con el prójimo, ahora que estamos en
cuarentena es momento propicio para hacerlo, la convivencia se hace más
estrecha y debemos de generar con mayor empeño espacios de paz y de concordia
entre los que formamos una familia. Mirémosla a Ella, que aprendamos de la
Virgen a saber esperar.