San Juan en el evangelio de hoy nos
presenta dos actitudes contrapuestas: una la de los letrados y fariseos, que se
convierten en jueces condenadores de la adúltera y la otra es la actitud de
Cristo que no condena, sino todo lo contrario, que perdona y salva. Muchas
veces nuestra actitud es la de los fariseos, con gran facilidad nos convertimos
en jueces de los demás, tenemos una habilidad impresionante para torcer las
cosas y creernos justos, cuando en realidad no lo somos.
Cristo hoy nos llama a atrevernos a
sumergirnos en lo más profundo de nuestro corazón y darnos cuenta de que no
estamos exentos de pecado, de que no somos mejores que el que tenemos al lado,
que veamos que nuestro corazón también está enfermo y necesita ser curado. Más
de una vez hemos juzgado sin misericordia y más de una vez nuestros juicios han
sido erróneos.
‘Yo tampoco te condeno’ Ojalá que estas
palabras queden grabadas en nuestro corazón para que así experimentemos e
imitemos la gran misericordia de Dios. Qué éste sea hoy nuestro propósito para
con los demás.
Señor, que esta Cuaresma, que está por
terminar, no sea una más en nuestra vida, concédenos la gracia de que sea
definitiva en nuestro proceso de conversión y entrega a Ti.