13 marzo 2020. Viernes de la II semana de Cuaresma – Puntos de oración


Dios escribe recto con reglones torcidos. Esa podría ser una manera de resumir las lecturas de hoy. El Señor no falla, siempre llega a donde se propone, pero no por el camino que nosotros diseñaríamos. Más bien los suyos son los renglones rectos y los nuestros, tan lineales como nos parecen a nosotros, los que dan rodeos para, muchas veces, no llegar a su destino o hacerlo maltrechos y con la mitad de la carga perdida por el camino. En estos días de Cuaresma que son una oportunidad para poner un empeño especial en acercarnos al Señor, para aprender su lenguaje y su modo de actuar. Unos días para, entre otras cosas, intensificar -y no solo aumentar– nuestra oración.
Y la oración, como bien nos enseña santa Teresa, es comunicarse con Dios, tratar de amistad con quien sabemos nos ama. Lo que sucede es que muchas veces no le entendemos porque pretendemos que hable nuestro lenguaje, que piense y actúe como nosotros. Quizá el mensaje de las lecturas de hoy sea ese. Sí, Dios es nuestro amigo. Y sí, nos ama. Pero tenemos que tratar con Él para aprender cómo es. Si nosotros nos hubiéramos enfrentado al problema de buscar una solución por anticipado al problema del hambre del pueblo de Israel nunca hubiéramos enviado a José a Egipto de esa manera. Si hubiésemos tenido que diseñar una estrategia para ponerlo por encima de sus hermanos, nunca hubiéramos indicado en el guion que fuera vendido como esclavo en Egipto. Mucho menos si hubiésemos tenido que trazar el plan de salvación de la humanidad, el plan de choque de Jesús en la tierra hubiéramos incluido como paso el que fuera “desechado por los arquitectos”. Y, sin embargo, Dios lo ha hecho así. Hoy es un buen día para reconocer nuestra diferencia a la hora de plantear las cosas, nuestros problemas, nuestras vidas con el modo que tiene de plantearlas Dios. Y para preguntarle, ¿cómo lees tú mi vida? ¿Qué plan tienes para mí? ¿Cómo quieres que viva las situaciones concretas que estoy atravesando ahora? Y, sobre todo, para renovar nuestra confianza en que, pase lo que pase, nuestra barca la lleva Él hacia puerto seguro.

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