Apartarse, subir a lo alto, es una
invitación cuaresmal que no es de ruptura con la realidad, sino un modo nuevo
de adentrarse en ella, para que nada quede sin ser vivido en profundidad,
incluso el posible fracaso vital de la cruz. Vivir desde lo alto no supone
quedarse en espacios propios protegidos, al margen de la realidad ancha y vasta
de este mundo, sino saber vivir con los pies en la tierra y la cabeza en el
cielo, para que el corazón en su justo equilibrio sea humano siendo divino y
sea divino siendo humano. El silencio y la oración son laboratorio de
salvación, de lectura creyente que es capaz de ver con los ojos de Dios, de
juzgar con el corazón de Cristo, y de actuar con la fuerza del Espíritu Santo. Abrirnos
a la mirada del Padre, dialogar con Jesucristo y dejarnos fecundar por las
mociones y los deseos del Espíritu dentro de nosotros, es el camino de la vida
interior, de la verdadera espiritualidad. Así seremos humanos, encarnados, en
un compromiso evangélico fecundo, a la vez que gozaremos y sentiremos la
presencia del Dios de lo alto que se hizo pobre y cercano para que nosotros
voláramos muy alto.
Las lecturas nos animan a abandonarnos a
la misericordia.
El salmo nos dice: “El Señor es
compasivo y misericordioso”.
El evangelio nos narra la parábola
del Hijo Prodigo o de la Misericordia. Cuántas veces la
hemos escuchado. Te animo que este sábado, día de la Virgen, descubras a Dios
como padre y madre. Es posible que al leer veas la figura de la madre. Recuerda
aquel dicho: si quieres ser feliz un instante, véngate de una persona y si
quieres ser feliz siempre perdona.
Los personajes de la parábola son el
padre, el Hijo mayor y el hijo menor:
HIJO MENOR. “Padre, dame la parte de la fortuna que me
corresponde. Me entraban ganas de comer las algarrobas. Padre he pecado
contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a
uno de tus jornaleros”.
PADRE: El padre lo vio y se le conmovieron las
entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Pero
el padre dijo a sus criados:
“Sacad en seguida la mejor túnica y
vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.
HIJO MAYOR. “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer
nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete
con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus
bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
Madre, dame luz para poner el amor en
todo y servir con alegría.
Si te ayuda puedes ver el VIDEO:Parábola Del Hijo Prodigo.