19 marzo 2020. San José, Esposo de la Virgen María – Puntos de oración


1.       “José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo” (Mt 1, 16)
¡Qué densidad de contenido en una sola frase! Hay que volver una y otra vez para paladear y hacer consciente su significado.
Gracias a José y a María recibimos a Cristo y somos cristianos, ungidos, hijos del Padre, sacerdotes, profetas y reyes.
¡Cuánta grandeza en tanta sencillez! Por su nada, recibimos el Todo.
A mí me conmueve el saber estar de José, su humildad, su sencillez, su alegría, en tanta soledad y tanto silencio, pero haciendo su trabajo, forjando el hogar de Nazaret.
Acabamos de celebrar el Año de José y en un congreso se ha considerado a José modelo de esposo, padre, educador.
Gracias José, ayúdanos a ser tan coherentes, tan de Dios y tan humano.
Recordamos con gratitud la devoción del Papa Francisco por José, custodio de la creación, custodio de la familia, custodio de cada uno, custodio de la Iglesia y del mundo.
San Bernardino de Siena (1380-1444)
San José fiel guardián de los misterios de la salvación
Cuando la gracia divina elige a alguien para otorgarle una gracia singular, le concede todos aquellos carismas necesarios, lo cual aumenta grandemente su belleza espiritual. Esto se ha verificado de un modo excelente en san José, padre legal de nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Reina del universo y Señora de los ángeles. José fue elegido por el Padre eterno como protector y custodio fiel de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su esposa, y cumplió su oficio con insobornable fidelidad. Por eso le dice el Señor: «Siervo bueno y fiel, entre en el gozo de tu Señor» (Mt 25, 21). Si comparamos a José con el resto de la Iglesia universal de Cristo, ¿no es este el hombre privilegiado y providencial, por medio del cual la entrada de Cristo en el mundo se desarrolló de una manera ordenada y sin escándalos? Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es san José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular. José viene a ser el broche del Antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha a los Patriarcas y los Profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que para ellos había sido mera promesa. No cabe duda de que Cristo no sólo no se ha desdicho de la familiaridad y respeto que tuvo con él durante su vida mortal como si fuera su padre, sino que la habrá completado y perfeccionado en el cielo. Por eso, también con razón, se dice más adelante: «Entra en el gozo de tu Señor». Acuérdate de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tu oración ante aquel que pasaba por hijo tuyo; intercede también por nosotros ante la Virgen, tu esposa, madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.

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