La actual situación nos ha obligado a
tener una vivencia de la cuaresma especial. En el desierto de nuestras casas
rompiendo con nuestros planes previstos podemos dedicarnos más intensamente a
la oración. No nos dejemos llevar del desespero sino confiemos en Dios y oremos
con confianza. Así alcanzaremos luz y fuerza para obrar coherentemente y
ordenaremos nuestras vidas.
En evangelio de hoy muestra como muchas
veces no somos consecuentes y nos dejamos llevar de nuestras inercias en
relación con los demás sin considerar que debemos tener los mismos sentimientos
de Cristo Jesús. Si hemos recibido la misericordia de Dios debemos ser
misericordiosos.
La lectura de Daniel resalta el valor
del sacrificio espiritual:
acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
y nuestro espíritu humilde,
Que este sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Se hace eco este libro de una larga
tradición bíblica: “un corazón contrito y humillado tú Señor no lo
desprecias” salmo 50.
La actitud interior da valor al gesto
externo. Trabajemos en nuestra oración en alcanzar esa congruencia sin dejarnos
llevar del hombre viejo, adámico, caduco.
En este tiempo de pandemia hago presente
esta oración del papa Francisco:
“Oh María, Tú resplandeces siempre en
nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a
Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús
manteniendo firme tu fe. Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes lo que
necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de
Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de
prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a
conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha
tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores
para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio,
Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba
y líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! ¡Qué el Señor os
bendiga, os guarde y os conceda la paz!”
San Patricio evangelizador de Irlanda,
ruega por nosotros.