Lectura del libro de Jeremías (11, 18-20)
El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó todas sus intrigas. Yo, como
manso cordero, era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban
urdiendo contra mí: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra
de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre». Señor del universo, que juzgas
rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo no pueda ver
cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa.
Salmo responsorial
(Sal 7, 2-3. 9bc-10. 11-12)
R. Señor, Dios mío, a ti me acojo.
R. Señor, Dios mío, a ti me acojo.
Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame,
que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio. R.
que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio. R.
Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo. R.
Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo. R.
Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día. R.
Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día. R.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (7, 40-53)
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos
de Jesús, decían: «Este es de verdad el profeta». Otros decían: «Éste es el
Mesías». Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice
la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de
David?». Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos
querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo
acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no
lo habéis traído?» Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese
hombre». Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado
embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no
entiende de la Ley son unos malditos». Nicodemo, el que había ido en otro
tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite
juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». Ellos le
replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen
profetas». Y se volvieron cada uno a su casa.