Puestos en la presencia de Dios,
poniendo de nuevo toda la vida en sus manos, nos disponemos a dedicarle un rato
especialmente a él, desligándonos de tantos reclamos que tenemos.
Porque el Señor nos está esperando para
hablarnos al corazón. Como en toda la cuaresma, las lecturas de hoy llegan muy
dentro y son de nuevo una llamada fuerte de Jesús a seguirle de cerca.
Como música de fondo podemos tener el
estribillo del salmo, salmo 33:
El Señor está cerca de los atribulados
Hoy que vemos a tanta gente atribulada,
hoy leyendo las noticias vemos cúmulos de soledad, enfermedad y muerte, hoy
también hemos de repetir, desde el fondo del corazón:
El Señor está cerca de los atribulados
Mirando a nuestro alrededor con ojos
profundos también lo vemos. El Señor está cerca de los atribulados a través de
ese médico o enfermera que se multiplican para atender a sus pacientes, a
través de los que siguen atendiendo al pie del cañón a los ciudadanos en
tiendas, oficinas y calles, a través de tantos policías militares que, con
horarios saturados, no dejan de velar por los ciudadanos. Y, sobre todo, a
través de esos sagrarios desde donde Jesús mira, consuela, atiende desde la
distancia los ruegos de tantas personas. Sí,
El Señor está cerca de los atribulados
Profundizando un poco más en las
lecturas de hoy, el libro de la Sabiduría nos puede ayudar a hacer examen de
conciencia en estos días de “encierro”, conviviendo de cerca con nuestras familias.
Convivencia intensa, muchas horas. La sensibilidad se exacerba y podemos caer
en lo que critica el texto sagrado. Muchas veces nos ponemos en el papel del
justo que es tratado injustamente, pero ¿no seremos nosotros para nuestros
“hermanos”, de alguna manera, como esos que acechaban al justo, porque les
resultaba fastidios?
Revisemos si no nos pasa que a veces
consideramos que el otro puede ser un reproche contra nuestros criterios, y su
presencia nos resulta, si no insoportable, al menos incómoda.
Si eso sentimos a veces, examinémonos,
veamos si es verdad lo que pensamos, o nos estamos dejando llevar por el
maligno, por nuestra comodidad, por nuestras pasiones.
Que buceemos este día en Dios, que le
pidamos a María conocer sus misterios, que no perdamos la esperanza en que es
posible el premio de la santidad, de una vida según su voluntad.
Pidamos a Jesús, como Felipe, que nos
muestre al Padre, que le conozcamos como él le conoce, que le sintamos, una vez
más, como padre amoroso, porque,
El Señor está cerca de los atribulados.