Espero que te ayuden estas palabras que
te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración.
Sería bueno, si es posible, que realices tu rato de oración delante de Cristo
en la Eucaristía. Si no es posible porque no cuentas con esta posibilidad,
dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Hoy la Iglesia nos presenta en las
lecturas de la Misa, como Dios es el único que puede calmar nuestra ansia de
felicidad. Él es el único que puede darnos vida. La lectura del Libro del Éxodo
nos cuenta cómo el pueblo estaba en el desierto y torturado por la sed. Quizás,
alguna vez, nos hemos podido sentir en un desierto espiritual, donde no vemos a
Dios por ningún lado y perdemos todo el sentido, y con ello nos sentimos
torturados por una gran sed que no se calma. Eso le pasaba al pueblo de Israel,
el cual incluso pierde la fe. Pero Moisés clamó a Dios y Dios le escuchó y
golpeando la roca, al punto salió agua y los judíos se saciaron del agua dada
por Dios. El Salmo nos habla de esa Roca que nos salva, esa roca que se refiere
al mismo Dios. Es Dios el que dio de beber a los judíos, es Él el que calmó su
sed y el que finalmente les sacaría del desierto. En una parte del Evangelio se
nos habla de esa roca donde hay que poner nuestra esperanza y el fundamento de
nuestra vida: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se
parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia,
se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa;
pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca” (Mateo 7, 24-25);
o en otro lado “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra
angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente” (Mateo 21,
42). Esa Roca es Jesucristo. En la lectura del Santo Evangelio del día de hoy,
podemos leer el encuentro de la samaritana con Jesús. La samaritana va a sacar
agua al pozo, es una imagen de la sed de felicidad que tiene. Y en el pozo se
produce un encuentro que le cambiará la vida. Tanto es así, que recordará
siempre el momento y la hora, “Era alrededor del mediodía”. El mismo Dios le
sale al encuentro, Él le está esperando. Jesús le dice “dame de beber”. Jesús
tiene sed de ella, tiene sed de nosotros y de nuestro amor. También de tu amor.
Jesús nos dice: te amo tanto, te necesito, tengo sed de ti. Hasta tal punto
tiene sed de ti que hasta muere de amor por ti. El agua que te ofrece Jesús a
beber es un agua viva: “el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá
sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua
que salta hasta la vida eterna”. Es decir, si bebes de ese encuentro con
Cristo, si bebes del agua que Él te quiere dar, si te fías de Él, confiando
totalmente tu vida a Él; siempre estarás saciado y construirás tu casa (tu
vida) sobre roca firme, sobre esa Roca que nunca falla y que te sostiene en las
tempestades más impetuosas que puedan aparecer.
Le pedimos a nuestra Madre, la Virgen María,
que nos ayude a poner nuestra vida en las manos del Señor. Ayúdanos, Madre a
tener fe aun en la noche más oscura y en las condiciones más difíciles. Dios
está siempre con nosotros y nos acompaña. Recuerda, no estás sólo; hay Alguien
que te sostiene.