“A Dios que concede el hablar y el
escuchar le pido hablar de tal manera que el que escucha llegue a ser mejor y
escuchar de tal manera que no caiga en la tristeza el que habla”
¡Feliz Cuarentesma! Estamos viviendo la
cuaresma como la vivió el Señor: recluido, solo y seguramente con pocas
facilidades. Sin embargo, son días para cuida la oración y la relación con él y
los demás. Moisés transmitió leyes y decretos al pueblo, leyes y decretos
justos, emanados de Dios, que admiraban incluso los de otras naciones. Sin
embargo, llega Jesús y desbarata nuestros planes. Los hombres que conocían a
Yavhé ya pensaban que era bueno, pero pensar que se revelará haciéndose hombre
era impensable. Dios ha llevado a la plenitud su obra haciéndose hombre, por
eso dice que “él viene a dar plenitud”, porque Él mismo es la plenitud. Ya lo
advertimos cuando leemos en el Nuevo Testamento: “Muchas veces habló Dios por
medio de los profetas, pero en la plenitud de los tiempos, habló por el Hijo”.
Nosotros no solamente estamos llamados a
cumplir la ley, sino a vivirla en plenitud con Aquel que da plenitud.
Conclusión por tanto de estas lecturas: vivir según Dios, configurándonos con
Cristo. Vivir con y como Jesucristo es sobrepasar toda filosofía de vida y toda
justicia humana posible. Desde el pequeño detalle (como dice el Evangelio)
hasta lo más grande. Desde una cuarentena en casa, con posibles broncas,
aburrimientos y miserias, hasta el martirio. Para que, siguiéndole en la pena,
le sigamos también en la gloria. A eso nos preparamos, a la Cruz que engendra
Resurrección. ¿Cuántos frutos pueden tener estos días?
Feliz oración. Feliz Cuarentesma.