24 marzo 2020. Martes de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración


Primera lectura: En esta lectura, el profeta utiliza la imagen del torrente. Los torrentes son en el A.T. símbolo de la vida que Dios da, especialmente en los tiempos mesiánicos. Ezequiel utiliza la imagen de la corriente de agua milagrosa que mana del lado derecho del templo (el lugar de la presencia de Dios y el centro del culto que le es agradable), y todo lo inunda con su salud y fecundidad. En san Juan (7. 35-37) este agua es el Espíritu que mana de Cristo glorificado.
El agua, como principio de vida, es una imagen que se encuentra con frecuencia en los libros sagrados (por ejemplo, Jl 4,18 Zac 14,8; Is 35, etc.).
El agua de Ez 47 es prototipo de la de los últimos tiempos abiertos por Cristo: «Quien tenga sed, que se acerque a mí y beba. Quien crea en mí, ríos de agua viva brotarán de su entraña» (Jn 7,37-38). En Él se ha cumplido esta profecía de Ezequiel; de Él nos viene la gran efusión del Espíritu que simbolizaba el agua. Únicamente de Él nos puede venir la fecundidad en nuestra vida. Todo ha de pasar forzosamente a través de Él. La única salvación, la única solución se encuentra en Cristo, según indicó Pedro al pueblo de Jerusalén: «La salvación no está en ningún otro, es decir, que bajo el cielo no tenemos los hombres otro diferente de él al que debamos invocar para salvarnos» (Hch 4,12).
* Salmo 45:  En medio del mundo que vemos, en el que en muchos de sus ambientes se genera una esterilidad de obras buenas y una fecundidad en obras pecaminosas y destructivas, la Iglesia, que posee en abundancia, más aún, en plenitud el Espíritu de Dios, debe ser como un río que no sólo alegre al mundo, sino que lo fecunde para que vaya surgiendo una nueva sociedad que viva y camine en el amor. Dios está con nosotros no sólo como un huésped que nos da dignidad; Él está con nosotros para que en su Nombre podamos continuar su obra de salvación en el mundo.
* Evangelio: Como el agua de Caná y la del pozo de Jacob, también la de Betesda era estéril; no podía curar al enfermo. Como el agua de la piscina, tampoco la ley de Moisés podía dar vida al pecador: sólo podía mostrarle sus transgresiones y confirmar la pobreza de la condición humana. En lugar de salvarle, le encerraba, le mantenía en su pasado. Paralizado desde hacía treinta y ocho años...
Jesús pasó: "¿Quieres quedar sano?". El Hijo descendió a la morada de la muerte y cargó con nuestras enfermedades. En medio de las quejas mantuvo la promesa. Incluso el mar Muerto, condenado a la esterilidad, va a poder dar peces milagrosos. El hombre que estaba paralítico desde hacía treinta y ocho años, encadenado a su pasado de desdicha, se pone de pie. La tierra es recreada; los árboles, cuyas hojas no conocen ya los efectos del hielo, dan nuevos frutos cada mes. Cuando Dios da el agua viva, el viejo mundo desaparece.
Nosotros somos una creación nueva. Dios ha hecho que brotase del costado de su Amado Hijo sangre y agua, río de vida que purifica todo cuanto penetra. Nuestra vida reverdece cuando el Espíritu nos inunda. Hemos sido bautizados en la muerte y resurrección de Jesús y pertenecemos a una tierra liberada. Nos ha hecho atravesar el mar y nos ha sumergido en el río de la vida. Pertenecemos al mundo nuevo. En la noche de Pascua, Cristo enterrará nuestras obras estériles, y oiremos el grito de la victoria.
ORACIÓN FINAL
Dios y Padre de nuestro salvador Jesucristo, que en María, virgen santa y madre diligente, nos has dado la imagen de la Iglesia; envía tu Espíritu en ayuda de nuestra debilidad, para que perseverando en la fe crezcamos en el amor y avancemos juntos hasta la meta de la bienaventurada esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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