Para
comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz
al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos acompañe en estén rato de oración.
En el
evangelio se narra el encuentro de Jesús con un endemoniado y cómo Jesús lo
libera de esa Legión de demonios. Tras ser liberado de los demonios hay varias
reacciones. Por un lado, el que había estado poseído quiere seguir a Jesús,
pero Jesús le pide que vaya a anunciar lo ocurrido. Y, por otro lado, la gente
de la zona que ve lo ocurrido le pide a Jesús que se marche. En este pasaje
vemos como ante un encuentro con Jesús hay dos maneras de reaccionar: seguirle
o alejarse. En nuestra vida, antes o después, tendremos encuentros personales
con Jesús en los que nos tocará decidir qué hacer. Ojalá decidamos seguirle,
como el que había sido poseído. Sin embargo, no siempre es tarea fácil, ya que
hay muchas maneras de seguir a Jesús y la mayor parte de las veces, sus planes
no coinciden con los nuestros. Es ahí cuando entra en juego nuestra valentía y
nuestra confianza. Os invito a leer despacio el salmo. La valentía de corazón
que repite este salmo es la que nace de la experiencia y la confianza en Dios.
Una valentía que viene de sentirse amado y perdonado por Dios. Una valentía
sencilla y humilde, abierta a lo que Dios quiera. Muchas veces, me ocurre, que
pienso que ser valiente es afrontar grandes retos sin dudar o temer. Sin
embargo, lo que el señor nos pide hoy, es aceptar lo que nos pueda llegar. Y es
que podemos llegar a tener grandes conquistas o grandes sufrimientos, como
cuenta San Pablo en la primera lectura, es entonces, ante los múltiples
acontecimientos de la vida donde estamos llamados a ser valientes con el Señor.
La primera
lectura comienza con una pregunta: “¿Para qué seguir?”, haz oración con esa
pregunta, hoy tal y como estés en tu vida, para qué vas a seguir haciendo los
miles de cosas que tienes previstas. Pues que esa sea nuestra oración de hoy
contestar con sinceridad a la pregunta y ver cómo de valientes estamos siendo
con el Señor.
Y para terminar este momento de oración, os invito como siempre ha compartir unos minutos finales de coloquio con nuestra madre la Virgen. Que no descuidemos nunca momentos de dialogo íntimo con Ella, que siempre nos escucha.