Hoy comienza el tiempo ordinario y ¡empieza fuerte!
«Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»;
y en otro lugar:
«Yo seré para él un padre,
y él será para mí un hijo?».
¿Soy yo?
Sí, empieza llamándome a mí, de forma tan cariñosa y paternal… me
conmueve.
En el Evangelio los llamas mientras están haciendo otras cosas, los
llamas por su nombre. Me llamas por mi nombre, nada más empezar este tiempo
nuevo. Me llamas con cariño de Padre, me vienes a buscar donde estoy. Te
acercas y me llamas.
Todavía no sé a qué, ni para qué, pero voy. Inconsciente de mí, dejo
todo y voy.
Si estoy atento, si te escucho decirme “hijo mío, eres tú” ¿no voy a
seguirte? Menuda declaración de amor hacia mí que tan poco valgo, que tan poco
soy.
No importa a dónde ni para qué. Voy.
Como María, iré guardando lo que no entiendo en el corazón. Ese corazón
que llenas con esas palabras que con tanto cariño me dices.
Ya me irás contando el plan, a tu ritmo. Yo seguiré pendiente, orando la
vida. Atento a ti en momento de mi vida.
¿Qué me irás contando?