30 enero 2021, sábado de la 3ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

En el nombre del Padre creador, del Hijo que nos redime y del Espíritu que da vida, disponemos el corazón para nuestro rato de oración.

En el Evangelio se juntan la fe,  o su falta, con el nuevo asombro por la fuerza e intervención directa de Jesús,  por la confianza absoluta de Él en el Padre, por su dominio sobre la creación con tal naturalidad como que es el Dueño;  por la paciencia de Jesús  con los apóstoles,  con nosotros, en un suave pero firme reproche junto a la apertura serena para que podamos seguir el camino del reencuentro y descubrimiento de nuestra fragilidad; su misión junto a nosotros y la conciencia de que estamos en camino, que este camino tiene tempestades que nos acobardan, que necesitamos aprender a confiar  y "saber de quién nos hemos fiado". Jesús va por delante, pero no deja de estar al lado.  Y eso es una realidad que nos (me) tengo que creer. No estoy solo; nunca.

Y es por eso, que somos muy privilegiados por estar en la misma barca con Él y poder gritarle en nuestras angustias y miedos, de poder descargar nuestra inquietud y recibir una respuesta personal. Pregúntate: ¿gritas a Dios suplicando, rogando, pidiendo intercesión? o por el contrario, ¿juzgas a Dios y a su no hacer, a su pasividad, a su "indiferencia"? 

Esta diferencia es vital porque nos habla de la confianza real que tenemos en Dios. Quien opta por la segunda opción ha dejado de confiar. Quien elige la primera, se postra de rodillas y está abierto a recibir la gracia, porque como decía alguno: "Es difícil caer cuando se está de rodillas".

Te animo a terminar la oración con un coloquio con Jesús. (Esta es la clave). Después de meditar y contemplar, acabar hablando con Él.

Para acabar, puedes leer unas palabras finales del papa Francisco:

Esta es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que debe afrontar las tempestades y algunas veces parece estar en la situación de ser arrollada. Lo que la salva no son las cualidades y la valentía de sus hombres, sino la fe, que permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, con su mano que nos sostiene para apartarnos del peligro. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, el único Señor de nuestra vida. 

ÁNGELUS 10 de agosto de 2014

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