22 enero 2021, viernes de la 2ª semana de Tiempo Ordinario. San Vicente. Puntos de oración

Dentro de poco se cumplirá el año tumultuoso que nos ha sacado de nuestras rutinas ordinarias a pequeños y grandes, dentro y fuera de nuestras casas y en nuestras familias.

Para hacer oración, quizá se ha encontrado la forma y lugar más propicia buscándolo ante la situación. En cualquier hora del día, en cualquier lugar, quien ha descubierto el tesoro que es, lo busca con ansiedad: Tengo que hacer oración, necesito escuchar a Dios que me habla. También yo le tengo que contar, no puedo estar sin respirar. Este respirar del amor cuando se ha metido en el alma no cesa y en seguida notamos, si no lo hacemos, la asfixia; tengo que respirar por sus pulmones, por su voluntad que son mis delicias, su Palabra que me llena y da respuesta a mis inquietudes en toda situación, y más en ésta.

 Sin la oración pierdo la estrella polar, pierdo el sentido de todo lo que estoy haciendo y de todo lo que me está pasando. Es mi consejero ideal: me explica lo que está ocurriendo por dentro y por fuera; lo llena de sentido, porque lo sabe todo y sabe lo que más conviene.

Y empiezas a darte cuenta, descubres la gracia que hay en ti. Porque Él, a través del Espíritu Santo que pone a tu alcance Santa María de la que eres militante, te conduce, cada vez más agradecido, a esta gracia que recibes, disfrutas y gozas en la oración. Para eso es la oración; no es un sacrificio, no es una penitencia, es algo que hago con gusto, con sabor a cielo.

Para mañana, seguimos leyendo la carta a los Hebreos, que nos muestra cómo, desde el Antiguo Testamento, esperamos un Sumo Sacerdote elegido enviado por Yavé; algunos han sido sus antecesores como, por ejemplo, los profetas y reyes, que lo han preanunciado y prefigurado, para llegar al Nuevo Testamento y mostrarnos que en Jesucristo se encuentra el Sacerdote, Profeta y Rey: “Mirad que llegan días-oráculo del Señor- en que haré una alianza nueva,  no como la alianza que hice en antiguo… pondré en ellos mis leyes, en sus mentes y las escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo… porque todos me conocerán, del menor al mayor, pues perdonaré sus delitos y me acordaré ya de sus pecados”.

Nos fijamos en que la Palabra de Dios nos da a conocer cómo es este Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza: perdonará nuestros delitos y no se acordará de nuestros pecados. Aquí está la grandeza de su misericordia que se muestra en la oración. Por eso la importancia de no dejar la oración por nada del mundo; es el tesoro mayor, porque con ella hallamos el tesoro mayor que es este Sumo Sacerdote enviado para salvarnos. Y nos fijamos en cómo él curaba y sanaba, perdonaba y consolaba recorriendo aldeas, pueblos y ciudades.

Una segunda parte de la oración de hoy puede ser sobre el Evangelio que también es extraordinario: cómo actúa Jesús para elegir a los doce: sube al monte, que sabemos es lugar de oración donde se retiraba Él, allí recibe la fuerza del Espíritu que siempre le acompaña y elige a los que quiso. Así tenemos que hacer nuestras elecciones y discernimientos siempre tras la oración y consulta.

Que Santa María nos muestre a este Sumo Sacerdote que tuvo en sus brazos en Belén y le adoremos como enviado de Dios para salvarnos perdonándonos los pecados por su misericordia, y nos suba al monte y nos llame para ser elegidos; no olvidemos que llamó a los que quiso; que nos sintamos incluidos.

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