27 enero 2021, miércoles de la 3ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

De nuevo ante tu presencia, Señor, queremos escuchar tu voz, estar contigo, para que nos hagas tierra buena en la que fecunde tu Palabra y de vida a nuestro alrededor.

Por eso al comienzo de nuestra oración repetimos: que todas nuestras intenciones, acciones y operaciones estén rectamente ordenadas al servicio y alabanza de tu divina majestad.

Oremos también hoy ofreciendo el día por tantas personas que sufren, por tantos enfermos, por las familias que están perdiendo a sus seres queridos, por los fallecidos a causa del hambre, la guerra o la enfermedad. Pidamos al Señor por el fin de esta pandemia. Sabemos que él saca de los males bienes, y nos alienta para mirar al futuro con esperanza.

Las lecturas de hoy también nos impulsan a la esperanza. De nuevo san Pablo, en la carta a los Hebreos, nos recuerda que Cristo se ofreció por nosotros, de una vez para siempre, en un único sacrificio, sacrificio que se actualiza cada día en la eucaristía.

Con ese sacrificio, dice san Pablo, nos ha perfeccionado para siempre. No nos perfeccionamos nosotros. Él cuenta con nuestra miseria, la coge, la acepta, la transforma, nos hace santos. Démosela. No tengamos miedo. Pidamos a María que, como ella, sepamos abandonarnos confiadamente en las manos del Señor, sin mirarnos a nosotros.

Así, poco a poco, él irá poniendo su ley en nuestros corazones, la escribirá en nuestra mente. Ya no se acordaré de nuestros pecados ni de nuestros crímenes.

Pidamos también a María que aprendamos a escuchar a Jesús. Él, como en Palestina, nos enseña mucho rato con parábolas, quiere enseñarnos a sacar lecciones de la vida diaria. Quiere que aprendamos el arte del discernimiento, que sepamos sacar fruto para nosotros y para los que nos rodean de lo que sucede cada día

«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar…»

Leamos despacio el evangelio de hoy, dejemos que resuenen en nuestro corazón palabras muchas veces antes escuchadas, pero que hoy traen para nosotros un mensaje nuevo.

«…al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

El Señor quiere también, como a los discípulos, explicarnos los secretos del reino de Dios. Para ello quiere que estemos con él, que le hagamos compañía, que no salgamos corriendo por miedo a lo que tenga que decirnos.

Pidámosle de nuevo, como tantas otras veces, que seamos tierra buena donde pueda crecer la palabra. Sin que nos demos cuenta, él va haciendo su obra en nosotros. No se deja ganar en generosidad y poco a poco va abriendo nuestro corazón. Nos parece que vamos hacia atrás y, sin embargo, él va haciendo que nuestra vida dé una buena cosecha, que nosotros no vemos, y a veces es mejor así.

Una clave para hoy, que surge del propio evangelio: acoger la palabra con alegría. Ya se encargará él de transformar en tierra buena nuestro terreno, tantas veces pedregoso.

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