“El Santo de Dios”
Jesús recibe en el evangelio
muchos nombres: El ángel en la Anunciación lo proclama “Hijo del Altísimo, Hijo
de Dios”; Simeón lo proclama “Gloria de Israel y Luz de las Naciones”… María,
por su parte, solo lo llama su “Hijo”; curiosamente hoy escuchamos a Satanás, a
las fuerzas invisibles del mal, proclamar a Jesús como “el Santo de Dios”. Y
curioso también resulta que la liturgia de la Iglesia asocie esta declaración
de Mesianismo y Divinidad de Jesús Nazareno con la promesa hecha a Israel de un
Profeta “máximo”, superlativo, el nuevo Moisés.
La palabra de Dios, por tanto,
nos lleva a confrontar nuestra experiencia, nuestro trato y relación con Jesús
con la fe y el testimonio de la Iglesia¨: ¿Es Jesús para mí “lo más”, el Santo
de Dios a quien puedo confiarme por entero, en la vida y en la muerte?
Jesús desea que los cristianos lo
tratemos con amistad y cercanía, con ternura y agradecimiento. Es el Santo, el
Salvador, es nuestro redentor y vive para nosotros intercediendo ante el Padre
por cada uno. No nos deja en nuestros temores y pecados si se lo pedimos con fe
y esperanza. Quiere oír de cada uno una confesión única: Tú eres el Santo, yo
vivo de ti y por ti.
No es suficiente un conocimiento
superficial de Jesús, una costumbre o una tradición que viene de la familia, de
la educación recibida. Sería como conocerle solo como un predicador admirable,
como el Nazareno sin más; como el personaje excepcional que aporta cosas
interesantes y aun verdaderas, el que descubre un proyecto humano y moral de
alto nivel. No es eso: Se trata de intimar con él, conocerle en profundidad,
entrar en el interior de su ser (inagotable). Necesitamos esta gracia que haga
que no podamos ya vivir sin su presencia, sin darle un nombre sobre todo
nombre, un nombre que defina mi relación con el Imprescindible.
Os invito a que en un rato de
oración le digáis “nombres” a Jesús, los que broten del corazón, de oraciones
repetidas a veces maquinalmente, de la Biblia… en suma, decirle piropos hasta
encontrar ese nombre que define quién es él para ti. Pídeselo a la Virgen y a
los santos hasta alcanzar esta gracia necesaria para perseverar en la fe en el
tiempo actual.