Mañana empieza el octavario de oración por la unidad de los cristianos
con el lema: “permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia”. En nuestra
oración de este domingo pedimos por esta intención de la Iglesia de nuestro
tiempo y lo haremos los ocho días siguientes: “que todos sean uno para que el
mundo crea”.
Hoy el evangelio con la primera lectura nos habla de la llamada, Jesús
va reuniendo sus discípulos. El joven Samuel aprende a discernir la llamada de
Dios de la mano del sacerdote Elí. Elí le orienta, no sustituye la voz de Dios,
sino que le muestra el camino. Juan Bautista también muestra a Aquel que es el
camino para que sus discípulos le sigan y Juan y Andrés van tras Jesús y lo
muestran a otros. Oremos por aquellos que nos han mostrado el camino.
Jesús ha sido bautizado e inicia su vida pública movido por el Espíritu
Santo; aun no llama en su seguimiento, pero Juan, que lo conoce, le envía, de
forma discreta, sus discípulos. Ellos le siguen y permanecen con Jesús; así se
crea una comunidad de vida que nunca cesará. Todo indica que Andrés y Juan eran
unos jóvenes entusiastas. Aun no hay un proyecto, una misión; lo que importa es
permanecer junto a Jesús.
Andrés tenía un hermano llamado Simón, por otros datos que conocemos
sería mayor que él. Simón incluso se había casado y tenían un trabajo de
pescadores en el mar de Galilea. Andrés lleno de entusiasmo quiere
compartir con su hermano su descubrimiento: las palabras de Juan el bautista y
su propia experiencia le dicen que Jesús es el Mesías y quiere que Simón lo
conozca. Andrés lo lleva a Jesús y Jesús le da un nombre nuevo: no ya Simón
sino Cefas (Pedro).
Contemplemos esta escena y revivamos nuestra vocación a permanecer con
Jesús y dar fruto abundante.
Para vivir esto es necesaria la vivencia del amor cristiano de que nos habla san Pablo en la segunda lectura. Sugiero repasar la encíclica de Benedicto XVI, “Deus caritas est”, primera parte: “La unidad del amor en la creación y en la historia de la salvación” nnº 2-18.