1. Cuando Dios hizo la promesa a Abraham…juró por sí mismo, diciendo: Te
colmaré de bendiciones y te daré una descendencia innumerable (Heb 6, 10)
En medio de este tiempo de incertidumbre, de provisionalidad, desánimo y
desconfianza San Pablo nos comparte palabras llenas de esperanza animándonos a
cada uno de nosotros a mantener hasta el fin el mismo fervor y diligencia, para
alcanzar la plenitud porque está anclada en el interior del santuario, ahí
donde Jesús entró, precediéndonos, constituido sumo sacerdote, como
Melquisedec. Sólo Cristo tiene palabras de vida eterna, seguras, verdaderas y,
por tanto, fundamento del verdadero gozo.
2. Doy gracias al Señor de todo corazón (Salmo 111)
Nuestra vida es gratuidad recibida y gratitud devuelta. A mí me encanta
susurrar cantando “te doy gracias, Señor de todo corazón…delante de los ángeles
tañeré para Ti”. Por tus grandes obras, por tu bondad y compasión, por ser fiel
a la alianza eterna, por enviarnos la redención…Y la lista se hacer
interminable. Nuestra vida es una salmodia silenciosa, un magníficat
permanente.
3. “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y
el Hijo del hombre también es dueño del sábado” (Mc 2, 23)
Jesús da respuesta a toda cuestión por difícil que sea. Su “lógica” es
aplastante. Cuando tenemos claros los fines, los objetivos, los porqués, los
medios, los instrumentos, los cómos vienen por sí solos. En nuestros Ejercicios
san Ignacio una y otra vez nos pone en “principio y fundamento”: el hombre es
creado para ser feliz, para ser santo, para adorar, para alabar, para servir (a
Dios y al prójimo) …SIEMPRE, sea sábado, domingo o lunes. De este modo seremos
como Él “dueños” y nunca esclavos de los medios.
¡Qué gozo saber que nuestro Dueño es el Señor que nunca muere! ¡Qué
alegría experimentar la dulce libertad de estar completamente atados a nuestro
Dueño! ¡Habla, Señor Dueño mío, que tu siervo te escucha y quiere servirte como
la Sierva, desde el “hágase” de la Anunciación, hasta el “estar” del Calvario!
PAPA FRANCISCO:
Esta forma de vida apegada a la ley los alejó del amor y la justicia. Se preocupaban por la ley y descuidaban la justicia. Se desvivían por la ley y descartaban el amor. En cambio, la forma de vida que Jesús nos enseña es totalmente opuesta a la de los doctores de la ley. Y este camino del amor a la justicia es el que conduce a Dios. Por eso, esa otra forma de estar apegado sólo a la ley, a la letra de la ley, lleva a la clausura, lleva al egoísmo. El camino que va del amor al conocimiento, al discernimiento y a la plena realización, es la via que conduce a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús. En cambio, ese otro camino cerrado sólo conduce al egoísmo, al orgullo de sentirse justo, a esa santidad entre comillas de las apariencias, ¿no? (Papa Francisco Santa Marta - 31 de octubre de 2014).