9 enero 2021, sábado después de Epifanía. Puntos de oración

Seguimos rezando con las “epifanías” del Señor. O sea, que Jesús se manifiesta tal cual es para que le conozcamos y sepamos a quién seguimos. Por nuestra parte es cuestión de estar atentos. La víspera del día de Reyes por la noche hubo fuegos artificiales en mi barrio, pero no salí a verlos. Escuché sus explosiones y vi reflejados en algunos cristales de los edificios cercanos resplandores y colores. No siempre es necesario ver claramente a Jesús, aunque se manifiesta continuamente. Tenemos fe y tenemos experiencia de él. A veces con solo oír su voz nos vale, o con solo sentir su resplandor. No hace falta más. Esos signos nos evocan todo lo demás. Otras veces necesitamos verle con claridad y disfrutar de él. ¿Cómo está siendo tu Navidad, todo claridad o solo resplandores? Como dice un amigo mío rockero: “unas veces toca mortadela y otras veces caviar”, y en cualquier circunstancia hay que saber disfrutar con lo que toque.

Hoy, de las manifestaciones de Jesús en las lecturas que se nos proponen, destaco dos.

Dios es amor. ¡Menuda manifestación! Nos lo dice el apóstol Juan en su carta, porque Jesús se lo había manifestado a ellos. ¡Menuda ocurrencia! Decir que su Dios, su Padre, es amor. Era una definición poco divina, demasiado humana. A los dioses se les representa con atributos de poder, de fuerza, temibles… y resulta que a Jesús solo se le ocurre decir que su Dios es amor. El poder del amor, la fuerza del amor, el temor de no amar lo suficiente. Eso es todo.

Y, la segunda manifestación, para confirmar que él tiene poder, aunque luego diga cosas tan sensibles y tiernas, es que amainó el viento. Como diciendo: “tengo el poder de calmar tormentas, así que soy Dios, pero no pongo en ello mi divinidad, sino en el amor, y me preocupo tiernamente por vosotros “ánimo, no temáis”.

Pues ya está, a rezar. Te esté tocando mortadela o te esté tocando caviar en la vida espiritual, es el momento de disfrutar de este tiempo de gozo navideño en que el Dios-amor se nos ha hecho cercano y pequeñín… aunque poderoso.

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