7 enero 2021. Jueves después de Epifanía. Puntos de oración

«Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»

Comencemos la oración de hoy, envueltos aún en la luz de Epifanía, repitiendo con el salmo muy despacito: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. Y a continuación hagamos dos peticiones, una para nosotros y otra para el mundo. Pidamos para cada uno luz al Espíritu Santo para descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos de la vida; así como su acción y misericordia. Y para el mundo pidamos la experiencia de fragilidad esperanzada que permite ver a Jesús con el enfoque adecuado como el Salvador, como Aquel que da sentido a la existencia de cada uno y de la humanidad; que da sentido a los acontecimientos y a la misma Historia.

Y si nos ayuda podemos seguir pidiendo con la confianza que nos dice San Juan en la primera lectura: cuanto pedimos lo recibimos de Dios. ¿En dónde tenemos puesta nuestra seguridad? ¿Dónde guardamos los “caudales” a buen recaudo? ¿De quién nos fiamos de verdad? Confiemos en esa estrella que es la fe, que nos conduce a Belén, que nos pone en adoración delante de Dios. Pidamos aumento de fe para este día, para este año; para nosotros y para todo el mundo. Es obvio que no nos podemos fiar de cualquiera, hoy San Juan nos dice: no os fieis de cualquier espíritu. Recuerdo ahora que el padre Pozzo, fundador de CIRCA en Arequipa, repetía mucho en sus últimos años, una jaculatoria muy conocida pero que él había cambiado: “Corazón de Jesús, de ti sí me fío”. Como buen jesuita habría hecho discernimiento y llegado a la conclusión del Evangelio, de que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre es nuestra salvación, la verdad de todo hombre y la revelación de Dios.

Descubrir a Jesucristo como el Absoluto y vivir en sintonía con Él es el objetivo de la vida cristiana y también de la oración. Para ello, el Evangelio nos dice en primer lugar que Dios se revela a todos, sin hacer acepción de personas. El pueblo pagano, la Galilea de los gentiles; aquel pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz. Nadie puede decir entonces que a él no le habla Dios, que de él no se ocupa. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje (Salmo 18). Y en segundo lugar que para aceptar el Evangelio y vivirlo es necesario una actitud de conversión:  Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Conversión que empieza con un cambio radical y que debe mantenerse en el tiempo. No acabamos nunca de convertirnos del todo, de ser cristianos. Conversión es la palabra permanente del Evangelio.

Y para finalizar, sigamos con una oración de petición, tal y como comenzamos. Estamos en el año de San José y debemos aprovecharnos de este regalo del Papa. Pidamos a San José en primer lugar, aumento de fe. Una fe que vea a Jesús en todo y en todos. Que rasgue las apariencias de cosas y de acontecimientos y vea que de detrás de todo eso está el Señor. Y en segundo lugar la actitud evangélica de la conversión. Que no nos cansemos nunca de estar empezando siempre, de estar empezando nuevo a aspirar a la santidad cada día; de estar en permanente desarrollo hacia la sintonía total con Jesucristo, verbo de Dios hecho carne.

Feliz oración. Feliz año de san José.

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