5 enero 2021, martes de la 2ª semana de Navidad. Puntos de oración.

Podemos empezar nuestra oración pidiendo el don de ver, con la vista imaginativa, a Jesús partiendo hacia Galilea y encontrándose con Felipe diciéndole: Sígueme.

Está claro que no era la primera vez que hablaban, entre ellos ya se había creado una empatía.  Poco a poco, Jesús se había ganado el corazón de Felipe, hasta el punto de que, con una sola palabra, sígueme. Felipe lo deja todo y le sigue.

San Ignacio en sus ejercicios, copiando literalmente del Vita Christi del cartujano, detecta, en el Evangelio, tres momentos en la llamada de Jesús a sus apóstoles. La llamada sería un proceso, primero conocer a Jesús para llegar, finalmente, a la disposición de dejarlo todo para seguirle. Este es el camino de todo cristiano, conocer a Jesús y después, poco a poco, discernir dónde voy a ser más feliz, es decir dónde me quiere el Señor.

Felipe ha encontrado a Jesús y quien ha encontrado a Jesús desea compartir este acontecimiento con los que tiene cerca. Y lo comparte con Natanael, Felipe recibe de su amigo la fría respuesta del escepticismo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?

Ven y lo verás. Nuestro anuncio es una invitación para que nuestros conocidos, por sí mismos, puedan ver.

¿De qué me conoces? Cuando estabas debajo de la higuera, te vi.  Cuando presentamos una persona a Jesús, sabemos que le llevamos a alguien que le conoce y le ama.

Os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre. En los ángeles subiendo y bajando ha visto la tradición cristiana el doble movimiento de subir hasta Dios y bajar al hermano. Dos caras inseparables de una misma moneda.

La cara del amor al hermano, la tenemos bellamente expresada en la carta de Juan. Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.

El que no ama permanece en la muerte (Jn 3, 15). Esta frase me impresiona. Cuántas personas se crean problemas psicológicos y crean a su alrededor mal ambiente, cuando la raíz de sus males es simplemente un exceso de egoísmo.

Tuve el caso de una familia que venían a consulta por la mala relación madre-hija. Hurgando resultó que la madre tenía la sensación de haber recibido poco cariño en su infancia con una educación autoritaria, pero ella repetía los mismos patrones, con su hija, que sentía haber padecido en su educación.  La experiencia vivida, grabada a fuego, en su subconsciente, le estaba llevando a un comportamiento autorreferencial con su propia hija. Era incapaz de empatizar con ella. Este comportamiento sería, en el fondo y con un poco de fidelidad creativa, una afección desordenada de las que nos habla san Ignacio en sus ejercicios. No es patología, ni es pecado, pero puede llevarnos en ambas direcciones y condiciona, sobre todo si no estamos atentos, nuestras decisiones y comportamiento.

Pidamos a la Madre y a san José, nos enseñe a salir de nuestra cápsula y disponernos en ayudar a los demás, según nuestras posibilidades.

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