21 enero 2021, jueves de la 2ª semana de Tiempo Ordinario. Santa Inés, virgen y mártir. Puntos de oración

La humanidad es una inmensa caravana que trata de avanzar hacia Dios, pero que en el fondo es incapaz de abrirse camino. Al entrar Jesús en el cielo con su humanidad nos facilita entrar con El. Santa Teresa de Ávila decía: «Quiero ver a Dios». 

Jesús nos abre la puerta de par en par, de «manera definitiva»: está siempre vivo para interceder por nosotros, por mí, por todos los pecadores. En este momento ¡Cristo intercede ante Dios por mí! ¡Lo está haciendo siempre! ¿Y aún no me maravillo? Gozosa certeza en la que hemos de asentar nuestra vida de peregrinos en esta tierra camino hacia el cielo.

No necesita ofrecer sacrificios cada día como lo hacen los sumos sacerdotes... porque esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose El mismo. No deja de "interceder por nosotros", de mantenerse en estado de ofrenda. La misa es el instante privilegiado en el que lo encontramos... uniendo a la suya nuestra propia ofrenda, la de la Iglesia de hoy y la del mundo de hoy. ¿Hago cada día en la santa Eucaristía la ofrenda de toda mi vida?

Ayúdanos, Señor, a descubrir mejor el sentido de la eucaristía. Ya no es, ciertamente, un sacrificio cruento. La escena exterior del Gólgota sucedió sólo aquel viernes. Pero todo lo esencial de la escena, que tenía lugar entonces en el corazón de Cristo es perenne: HOY y para siempre continúa la ofrenda de amor a Dios su Padre y a los hombres sus hermanos. 

Unido a Él cada día debo decir: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Es en cada misa cuando, de nuevo, se cumple ese estar con predilección de "Jesús con sus discípulos". ¿lo vivo así cada día? o, quizás, ¿me arrastra la rutina y la grisácea monotonía? En cambio, la "muchedumbre está entusiasmada” dice San Marcos, el rey de los charcos.

Lo andan buscando, pues curaba a muchos. Jesús actúa, sana. Ayúdame, Señor, a trabajar contigo, a luchar contra el mal, con todas mis fuerzas, en el día de hoy. El mal bajo todas sus formas: la enfermedad, la ignorancia, el hambre, el odio, la indiferencia, la soledad, la “anestesia” colectiva…... 

Te ofrezco, Señor, todo mi trabajo de este día: quiero levantar el ánimo a algunas personas, sanar algunos sufrimientos, alegrar a algunos de nuestros hermanos, aliviar algunas penas... ¡contigo! 

¡Tú eres el Hijo de Dios!

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